Y pensé que me tocaría quedarme todos los días con sus malvadas noches comiendo raíces chinas y viendo la segunda parte reencauchada de 90210, en resumidas cuentas, sola como una almeja.
Saludando de beso en la mejilla a un vendedor de polvos con un pie vendado y un conejo que podría pasar por gato angora. Sometiéndome a pasar mis tardes con jugadores amateurs de poker y tragos que si te descuidas te pueden dejar ciego.
Ciertos bichos raros andaban debajo de la llovizna que más o menos en un segundo se transformó en un diluvio que llevaba casas y balsas de madera hasta las alcantarillas de la esquinita.
Que no nos vamos! Le gritaba la loca estresada y despeinada.
Que ya me fui!, le grito el gigoló desde la buseta.
Los animalejos solo seguían a la muchedumbre, ni la cabeza levantaban y yo, en medio del pasto recién cortado, esperaba un milagro de una virgen morena y vestida de trajes típicos de pies a cabeza.
Y unas horas más tarde, me desperté y él me tenía tan abrazada que casi no podía respirar