Desde niños, se nos inculcan cosas como saludar cuando
llegamos, no meternos el dedo en la nariz, limpiarnos los pies cuando entramos
a una casa, y saludar cuando nos saludan, “Saludar cuando nos saludan” y es esa
delgada línea entre dignidad y descortesía lo que nos mete en serios problemas,
a mí y a mis emociones, - hablar de mí misma como si estuviese formada por
partes autónomas que por regla general actúan de forma contraria es un poco la
explicación de mis confusiones, o cómo llamaría mi amigo NAN mi ya muy notable inmadurez.-
Si sólo fuera coherente lo que predico y lo que aplico por
no decir más, volar muy lejos y olvidarme del mundo, pero no, obviamente
conmigo nada es tan sencillo, no hay actos desprendidos de libertad, yo misma
me pongo las cadenas y me tiro agarrada de un yunque al precipicio solo para
estrellarme de cara contra el planeta y luego de verme las heridas decir “jamás
me volverá a pasar”.
Y esa falta de seriedad con respecto a lo que en realidad
sucede es lo que me mete en esas cadenas constantemente estresantes de: me
habló, lo ignoro un rato, vi el mensaje, le saldrá como visto, mejor le
contesto, le contesto, me responde algo que no me gusta, me estreso, finalmente
no responde más y me quedo dándole vueltas todo el día a un acto tan normal del
ser humano, la comunicación.
Me someto a tanta “mierda emocional” diciendo que es sólo por no pasar por
descortés, o por otras cuantas estúpidas mentiras que sólo me creo yo, luego
digo, “no le hablaré más” pero veo cada dos minutos o menos si está activo. Me siento
como una “stalker” que quiere hacerse la ruda, me avergüenzo de mí misma y
termino hablando con personas que no quería hablar o agotando a mis amigos con
este tema “hablar de él”.
Conclusión, podría seguir mi comportamiento errático,
cambiando eventualmente de círculo social, para no aburrir a nadie con este
asunto, y escuchar de muchas personas lo mismo unas cuantas miles de veces –otra
vez- haciéndome la sorprendida y al final haciendo lo que siempre hago, podría dejar de actuar como
una lunática acosadora que le teme a la oscuridad, o podría dejarme seducir por esas ganas de
escribir que otra vez están volviendo a mí, síntoma de que estoy jodidamente
mal.