julio 06, 2008

Cuando me despedí, aproveché y guardé uno de tus lunares en mi bolsillo, el aire del camino cambiaba de templado a calido y de tibio a húmedo tan rápido que ni cuenta me di que ya estaba de regreso.
Cierra los ojitos y siente como los besos van elevándose casi hasta las nubes, mientras una fila de hormiguitas trata de acercarse a tu cama para mirarte un poco más de cerca; espérame cada mañana detrás de los cuadros de las paredes, por que siempre estaré por ahí cuidándote el sueño y acariciándote los pies.
Que me imaginaría que todo esto sería tan maravillosamente satisfactorio…