noviembre 15, 2010

LA LLUVIA DE NOVIEMBRE

La vecina quería dejar afuera al pobre perro que se cagaba cada mañana en la puerta de los apartamentos en el corredor, el perro me miraba de manera triste, con sus muchas canas grises, blancas, verdes, violetas, la llave, el baguette, el mango biche con sal. No dejaba de preguntarme lo mismo, cigarrillo, chocolisto, leche deslactosada y uno que otro canapé, seguía este asunto en mi cabeza, como un clavito debajo de la uña del pie, doloroso, infectado.
Reviso fotos, sus fotos, en la que de nuevo es feliz, reviso mi pasado, mis fotos, mis conversaciones, mis escritos y nada me da señas de que fue lo que pasó en mi vida y en mi cabeza. el perro es rescatado por su dueña y mira asustado por que pensó que se iba a quedar a vivir en la calle.
Antonia me dice: el que sufre es el que se queda.
Roseta extraña, pregunta, se cuestiona cada mañana que habrá sido de este amor viejo suyo, el que le cortó las venas, escupió su sangre y la enseñó a matar cada día con la mirada.
Espero que sean los últimos escritos desde mi muy fría por estos días amada Bogotá.