septiembre 08, 2006

Mi querida Antonia

Antonia perdió todo su pudor, antes le preocupaban los árboles y la conservación del medio ambiente, ahora solo se preocupa por no adquirir una enfermedad de transmisión sexual o por saber de donde sacará el dinero para un aborto.

Desde hace unos pocos meses está empeñada su sonrisa y su pureza por unas cuantas botellas en un motel de chapinero; cada uno de sus cabellos descansa en las almohadas de diferentes cuartos masculinos mientras sus caricias se refunden entre el humo de los carros y los semáforos de Bogotá.