diciembre 13, 2006

La verdadera mecánica del universo

Pensar, pensar, sentir, sentir, subir las escaleras y bajarlas sin ninguna razón, morderse las uñas y luego botarse en la cama sin ningún plan en mente.


Angustia extrema, tanta que la cabeza no soportaría más, la desesperación más agónica que pudiera experimentarse, llegar hasta el límite y detenerse solo por supervivencia.


Las preguntas llegan, las dudas abarcan el pensamiento, la respiración se detiene por un segundo, todo un mar de cuestionamientos e inseguridades solo para comprobar que es mejor dejar así.


No vale la pena intentar, trepar a la sima de la montaña, si solo se busca el reconocimiento, pero tampoco valdría la pena, si se llega y el paisaje no justifica el esfuerzo, o el silencio no ensordece los oídos.

Luego te quitas los zapatos y pones los pies sobre el piso húmedo, esa sensación antes lograba molestarte ahora simplemente no interesa.

Entonces y por fin, es la primera vez que comprendes el orden del mundo, la ley subyacente que domina el universo:

Todo cambia, todo se modifica, nada es estático, ni el amor, ni el odio, ni las parejas, ni el cuerpo, nada es para siempre, ni la belleza, ni el sol ni el aire…

Por un instante te recriminas por tanto tiempo desperdiciado, por haber querido a quien no lo merecía, por haber estado en el lugar equivocado, por haber soñado con cosas inalcanzables.

Tomas la mano de esa nueva persona, de ese nuevo ser que posiblemente no estará en los siguientes 10 segundos o tal vez si, pones la cabeza en la almohada y esperas que todo transcurra como el universo desea que suceda.