julio 25, 2010

ahora

Por fortuna se han pasado esos días en los que me sentía frustrada, un alma errante perdida en un desierto de mascaras de gas y salchichas picantes, lugares donde los mares de las dudas me rodeaban ahogándome con fuerza en mis propios vacios espirituales; no sé en qué momento deje la alcantarilla apestosa en la que me encontraba, mi piel dejo de parecerse a una versión escamosa y amarillezca de mi misma.
¿Y cómo me di cuenta? Fue al alzar como todas las sorpresas y milagros de la vida. Iba en una buseta, sentado a mi lado, un anciano que tambaleaba con cada frenazo, arranque y movimiento sutil, parecía más bien un péndulo chueco y zigzagueante, un bulto de carne embutido en un traje gris oloroso a hierbas rancias y costal de fique. Pensaba en lo bien librada que he resultado de cuanto embrollo patológico, adictivo, amoroso, familiar, económico y académico que padecí en los últimos tiempos. Sin reparar en los cambios minuciosos de mis existencia, todos y cada uno de esos impases desapareció o se finiquito con resultados favorables para mí, tiré a los dados y gané siempre, tan rápido que no pude reparar en notarlo, ahora, solo miró a los demás con la consideración que me merecen un montón de ovejitas que caminan por la pradera siendo cocientes que van a ser convertidas en carne para delicatesen en un supermercado , creo que en muchos años no tuve esta sensación de seguridad, en la que mis pies se apoyan en el piso, y el piso en una capa de granito y está en algo mas fuerte hasta llegar a un lugar resguardado por la gravedad y que jamás de derrumba cuando camino.