diciembre 29, 2010

Muy bienvenido 2011

Este año pensé prometer cosas, a mis amigos, a mi familia, a los caminantes de la calle, a los locos itinerantes, a las estrellas de circo, a las costureras de peluches, a los amores fallidos del pasado de las vagabundas y a los que leen el tarot; pensé prometer cosas, pero después me di cuenta que las promesas son el coito interruptus de la buena voluntad, la promesa es la respiración boca a boca en un simulacro dada por una vieja bigotuda que tiene aliento a morsa, que las promesas son el escalón hecho de una madera podrida medio rota que se rompe con la pisada de una mosca en la única escalera que hay en la casa para cambiar el bombillo más alto del salón . Decidí que las promesas no se las lleva el viento sino que se caen con su propio peso en forma de aserrín en un piso blanco marfil. Y decidí que no prometeré nada, solo haré lo que la intuición me mande y lo que mis palabras puedan soportar sin clavarme un cuchillo en la garganta. Y pintaré más, haré dibujos, mamarrachos, rayoncitos, letritas números y signos en cualquier cosa que encuentre, dejaré mis trazos por la calle, las paredes, los libros, los cuadernos, las cobijas, por la piel de las barrigas, las uñas de los pies, las ollas y los platos también. Abrazaré a mi madre todos los días desde hoy a marzo, en un promedio sobre humano, casi hasta convertirme en una máquina abrazadora, te besaré cada vez que te vea, no una, ni dos, ni mil, sino millones de veces. Me miraré al espejo muchas veces al día sin pena, escribiré mucho más, seré más ordenada y menos caprichosa, me peinaré más veces y te prepararé cafecito al menos una vez al día.