agosto 09, 2016

LUISES Y CAMILOS

Miraba por la ventana mientras abría por fin ese librito del que tanto me han hablado. Ya no sé qué pensaba, seguro se me habían ocurrido mil ideas, mil frases medio coherentes y heme aquí sin saber que escribir... sin saber que escribir en el trabajo…
Un Tanto atragantada, respiro, medito, y veo como mi vida cambia de a pocos, me he aprendido a agarrar las vísceras y hacer de cuenta que nada pasa, trago saliva, aprieto los dientes y sigo con la sonrisa errante.
Quería escribir, eso es seguro, quería gritar, quería, correr, pero extrañamente llego y nada fluye, solo pienso en mis romances fallidos, mis tazas derramadas y mis luises.
Bueno, a veces no debes llamarte Luis para ser el Luis de alguien, no sé si habré sido la Luis de alguien, seguramente sí, fui su Luis, y al igual que mis Luises le partí el corazón a patadas.

Lo extraño es recordar a mis luises como si fueran personajes meditabundos de un libro viejo que leí alguna vez, hace rato no tengo un Luis que me mueva los órganos y me lama las heridas, hace rato no encuentro esa emoción que se siente cuando te respiran cerca, tal vez, la vida te da solo unos cupones para Luises, y ya los gasté todos. Por eso me quedaron los Camilos. Pero en mi vida los Camilos ya están condenados a irse, a ser aquellos que se tocan y se desvanecen en el aire, como las muestras gratis de un buen producto que desafortunadamente no pega en el mercado o no te alcanza para comprar. Yo y mis patrones repetitivos de amores.