diciembre 06, 2005

Querida princesa

Ni cuando se le extravió su dirrogo en el reino de Gantenari, había llorado la princesa tanto por perder alguna de sus pertenencias, como cuando la voz de las cajas dejó de susurrar para siempre y las hermosas palabras se quedaron sin rostro, no se en que momento su ansiosa sonrisa abandonó sus labios, me recordó cuando las azucenas desaparecen una tras otra de las frondosas praderas al llegar el crudo invierno; los destellos de sus ojos se apagaron conforme se ponía el sol mientras la luna pronta se ocultaba lejos de la vista, en el horizonte. Yo su ángel guardián, hubiera dado todo solo por evitarle tanto dolor, pero mí naturaleza me impidió realizar el milagro que le devolviera el susurro a las cajas o el rostro a las palabras, solo pude gritar princesa mía, por que mi cuota de milagros se venció en un fallido intento por arreglar mi vida y restaurar mis maltratadas alas. Ahora princesa picardías te pido disculpas por ser tu ángel y no cumplir con la misión que me fue asignada, quiero implorarte, que sigas rezando todas las noches la oración que tu padre te enseñó, no dejes de creer solo por que yo soy un mal ángel, y recuerda algo princesita, te espero cuando caiga el rocío de tu ventana para salir de nuevo a la pradera a recoger azucenas en primavera.