Caen las bombas repletas de agua desde el cuarto piso de un edificio de vivienda de estudiantes corrompidos, una princesa de pelo fucsia juega a arropar a muñecas y muñecos de carne, una jovenzuela se debate entre la vida y la muerte entre el amor y la amistad, por la calle pasa con otros muchachitos el que fuese alguna vez y que sigue siendo el amor de la vida de una persona que conocí.
Roseta Estrella me comentaba que extrañaba a su muchachuelo; Antonia, en su tono peculiar, le decía que se divirtiera con el nuevo chico que encontró y yo solo le dije que esperar a que su corazón sanara, en ese momento Miguel el Ángel, nos gritó y nos dijo que dejáramos de hablar de chicos. Y los cuatro caímos al suelo muertos de la risa porque un perro le había salido a la Mamá cuando pretendía hacer cochinadas en la calle.