febrero 10, 2011

Las dos mujerzuelas

La chica de risos rojos voltea la mirada para evitar ver a los ojos a la prostituta que la mira fijamente, porque nadie mira a la mujerzuela a la cara se pregunta una y otra vez, está cansada de sentirse despreciada aún con la ropa puesta, dejó atrás sus sueños por pasar algunas noches en una u otra cama menos familiar, lejos de penumbras y pelos de gato.

Que la aleja de esta puta barata, se pregunta la elaborada chica, después de gastar horas y horas en una peluquería esperando que alguien más haga por ella lo que la naturaleza nunca podría por sí misma, lograra su color, corte y peinado de cabello para lucir perfecta y así sentirse más conforme consigo misma y olvidar de esta manera su enorme nariz y sus muslos rechonchos.

La mesa se sirve y las dos mujeres toman su aperitivo una con el hambre de quien vende hasta su espíritu por cualquier migaja y la otra con la tranquilidad de tener una madre que suple cada uno de sus caprichos banales.

Son tan iguales en sus esencias, ambas se sienten atrapadas entre las sabanas de sus camas, las dos lloran a solas y las dos se machacan la cabeza para ser la más sobresaliente de sus respectivos burdeles.