enero 16, 2007

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Sería imposible permitirnos la desfachatez de no reconocernos a nosotros mismos las cosas que sabemos, así estas no sean aparentes para los demás y más aún cuando si lo son.

Bueno eso creo ahora, sería injustificable negarme a mi misma que he sucumbido a hacer de este blog algo demasiado concreto, explícito y personal.

Quiero recordar las buenas épocas, cortas pero sustanciosas, dejar de sentir vacío el corazón y dedicarme a fortalecer el espíritu, no esperar ni gratitud ni indiferencia, quiero dedicarme a saltar de pagina cuando me apetezca y esparcirme por la neblina mientras mis pies mojan las alfombras, acariciar las sabanas colgadas en el patio y buscar tréboles de cuatro hojas, quiero perseguir la sombra del ropero y enredar los azulejos de la piscina, proyectar mis manos en el ocaso pero estar en casa para verlo por la ventana, querer, desear, esperar, insistir… no quiero dejar la mermelada, ni dejar las frutas servidas del desayuno, quiero seguir así, seguir en las nubes o como quieran llamarlo, no quiero cambiar ni quiero que me cambien, no quiero dejar de ser yo, ni transformarme por dentro, quiero estar en movimiento constante pero sin modificar mis partículas, solo agregando más cosas a mi vestido, más botones, más cordones, más lunares, pero que siga siendo yo cuando me vea desnuda al final de la tarde, la misma de hoy , la misma de mañana, la misma del pasado, la misma del futuro. Yo en todos los envases y en todas las tabletas… quiero reconocerme en el reflejo del fondo del vaso y en las bolitas del árbol navideño, quiero escuchar mi voz respondiendo en mis oídos y saber que son míos los cuadros que pinté, quiero recordarme sacándole punta a los lápices y tomándome un vaso con agua cada noche, quiero verlo, quiero verla, quiero verme, quiero verlos a todos de nuevo…