julio 29, 2011

Asesinatos premeditados


Tarde o temprano tenía que pasar, terminó asesinándolo por la espalda, vaya cobarde que resultó la muchachita, pensó que funcionaría dándole su dulce veneno en sorbos pequeños para irlo intoxicando poco a poco, de manera que ni él mismo lo notara, varias de esas copas con elixir engañoso terminaron en su propia garganta –la de ella-, otros días trató de clavarle agujas en los ojos mientras dormía, romper sus camisas preferidas y escupir en su café, pero resultó siendo víctima de sus propios inventos. Al fin se decidió, una tarde después de leer mil conspiraciones famosas de la historia, como: la llamada de flagelación a Marilyn, la bala de hielo de Kennedy,  el estudio dónde se filmó el alunizaje y la isla donde se retiró Elvis, concluyó que debía acabar con su existencia de manera certera y definitiva. Planeó todo fríamente, buscó una cuartada, recordó todos sus dolores, los metió en su mochila para usarlos en caso de arrepentimientos, y apenas el dio la vuelta con un click lo sacó de su vida y de su cabeza.
¿Le duele? Un poco, pero sé que fue lo mejor, ¿qué se siente ser un fantasma? Estoy feliz, de esa manera no le incomodo a nadie, ¿prefiere eso a vivir? Si, definitivamente y no quiero cambiar nada porque así estoy bien, ¿no la extraña? Sí, pero ahora ella gracias a mí no está de mal genio.
¡La verdad…. Es pura y física mierda!