Me duele que en el vacío se haya llevado consigo hasta mis
ganas de escribir, algo tan mío, tan catártico, supongo que es el precio de
haber puesto esperanzas en una “pseudo emoción” que creí llamar amor y que se
escucha retumbante en los rincones del pasado que guardé junto con las cosas
viejas en un cuarto de mi memoria.
Desde ese momento he recibido golpes fuertes, horas de tedio y muchas exhalaciones
de mi aliento llenas de decepción y aburrimiento, ¿qué carajos hay mal en mí? No
puedo sentir nada similar a lo que sentía a su lado, cuando sus horas me parecían
minutos y sus besos eran lo único que creía seguro en mi vida.
Y no lo extraño a él,
me extraño a mí y esa persona llena de tranquilidad y calma que
deambulaba por las calles del centro sabiendo que sólo era un cuerpo vacío porque
cada órgano y entraña se las había servido en una bandeja y con mucho gusto.
Ahora soy sólo unos ojos sin pupila, o una boca sin saliva,
nada se mueve, nada nace, nada respira más en mí, parezco un falso reflejo en
el espejo de lo que creí podría tener un final feliz alguna vez.
El tiempo transcurre sin dejar huella ni sombra en mi alma,
despierto, me arreglo, salgo a trabajar, pero esas emociones hermosas de flores
y copas de vino han quedado atrás con el paso de los días, los meses y los
años.