junio 14, 2011

2. Dedicatoria. DE: mi, Para: Antonita

… No sé por qué  nos sorprendemos día a día con cosas que eran predecibles y casi esperadas, no sé por qué aun intentamos amarrar el buque a la orilla si cualquier nudo se puede soltar,  se puede romper la soga o un tsunami puede robarse la embarcación. Entregamos el corazón, abrimos las puertas de nuestras casas, prestamos nuestras almohadas etc. sin reparar en que estas personas itinerantes vienen y se van como las estaciones en los años. Entonces lejos del dolor que te producen, ves los resultados de sus intermitencias, te joden literalmente la vida con una serie de actos lamentables y hasta teatrales. Después de que estos hechos inevitables y poco placenteros comienzan uno tras otro y observas que la conciliación o un final feliz está al final de otro libro y no en el que estás leyendo, sucede algo mágico, una señal divina que trata de salvarte del averno de la autocompadecencia y la lastima de los demás,  un reflejo casi eléctrico a los sentidos, que busca despertarte y sacarte de las cobijas y es justo en ese instante cuando sabes que es el momento  preciso para cerrar la página y dejar así, doloroso, si, constructivo, no mucho, sensato, definitivamente.
Por lo tanto terminas entendiendo que siempre habrán más libros, más oficios, más cosas por hacer, más platos por cocinar, más amigos por visitar, más ejercicio que realizar, más líneas que escribir, más películas para ver, más música que escuchar,  mucha distracción y poco tiempo para reparar en el dolor…
Conclusión: El remedio para la preocupación es la ocupación, dice mi abuelito.

P-D. : Por cierto me gustabas más cómo eras antes, más letal y menos legible....